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Portentosa inglesa podría convertirse en la gorda
más cara del mundo


Se espera que retrato de Lucian Freud
alcance precio récord en subasta de mañana


La espera ha sido larga, pero ya está a punto de terminar: mañana, por fin, será subastado en la casa Christie’s de Nueva York el cuadro Benefits supervisor sleeping , de Lucian Freud, obra que se ha hecho célebre tanto por la obesidad del personaje retratado como por el astronómico precio que podría alcanzar en el remate.

Tal como se ha anunciado a lo largo de las últimas semanas, los expertos calculan que el cuadro –pintado en 1995 y propiedad, hasta ahora, de un coleccionista privado europeo– debería ser vendido en una suma situada entre los 25 y los 35 millones de dólares (más de 11 mil millones de pesos), lo que convertiría a la tela en la más cara pieza de un artista vivo que se haya subastado.

Considerado uno de los más importantes creadores de la segunda mitad del siglo veinte, el octogenario Freud no es, sin embargo, el único protagonista de la historia. Gran parte de la atención que la prensa ha dedicado al caso se ha centrado en las características personales de Sue Tilley, la mujer inglesa cuya aplastante y desnuda anatomía ocupa casi todo el lienzo.

A sus 51 años, en efecto, la dama –quien pesa 125 kilos y trabaja desde hace 30 años en una oficina de bienestar social– constituye un personaje de indudable atractivo.

Autora de una celebrada biografía de Leigh Bowery, el extravagante artista australiano que le presentó a Freud y que modeló para el pintor en varias ocasiones, la señora fue una figura clave en la agitada escena nocturna londinenese de los años 80.

Tilley, de hecho, llegó a aparecer en un video clip del cantante Boy George, y su personalidad también ha sido representada en un exitoso montaje teatral ambientado en el club nocturno Taboo, legendario establecimiento fundado por Leigh Bowery y en el que ella misma trabajó durante algún tiempo como cajera.

Su encuentro con Lucian Freud se produjo en 1990, y la química fue inmediata. Según ha relatado la mujer, el artista la llevó a almorzar y de inmediato la sedujo al contarle un elaborado chiste picante. Fascinado por la masa corporal de la trabajadora inglesa, el pintor puso, de todas formas, algunos reparos: criticó su lápiz labial (le pareció demasiado azul) y le pidió permiso para cubrir sus tatuajes con un pigmento de un color parecido al de la carne.

Tilley, por su parte, estaba encantada por el carisma del autor y por la posibilidad de verlo trabajar. Ese entusiasmo le permitió posar para cuatro pinturas y para varios bocetos, recibiendo modestos veinte dólares por cada sesión de modelaje.

“Lo que me interesaba era la experiencia, no el dinero. Lucian es una fantástica persona, tiene opiniones sobre todos los temas y estaba muy interesado en mi vida, que ha sido tan común y corriente”, afirma.

 

LUN


Lunes 12 de mayo de 2008