Diversos estudios presentados en el congreso de la Asociación de Psicología de Estados Unidos indican que la felicidad de una persona depende, entre otras cosas, de la percepción positiva del propio físico.
Tracy Tylca, de la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos), por ejemplo, coautora de una de los mencionados estudios, afirma que tener un buen concepto del propio cuerpo (con independencia de su forma y peso) favorece adquirir unos buenos hábitos alimenticios. Lo que hace, a su vez, que mejore la figura.
La razón de esto, probablemente, tiene mucho que ver con la alimentación intuitiva que practican esas personas con más facilidad que las que son más críticas con su físico. En efecto, al estar más satisfecho es más difícil que se impliquen factores psicológicos a la hora de comer. Se come sólo por la necesidad física de hacerlo.
Por el contrario, cuando nuestro cuerpo nos angustia es cuando se puede comer por ansia, angustia, depresión, y otros factores psicológicos que resultan contraproducentes. El resultado, paradójicamente, es un cuerpo peor cuidado y más obeso.
Así, Tylca y sus colaboradores encontraron, en un estudio realizado sobre 597 mujeres, que las que tenían una valoración más positiva de sus cuerpos y los aceptaban se alimentaban mejor.
La lección de todo esto es que debemos intentar, en la medida de lo posible, aceptarnos e intentar excluir los factores psicológicos de nuestra alimentación. Prescindir de modelos maximalistas (actores y actrices, modelos, famosos,...) puede ayudarnos a ello.