El lino o la linaza es un cultivo muy antiguo que desde hace poco tiempo ha podido mostrar sus positivas propiedades nutritivas en diferentes estudios.
Su variada composición transforma al lino en uno de los mejores alimentos para proteger al organismo de diversas enfermedades.
Las semillas de lino poseen alrededor de 50% de ácidos grasos omega 3, cuya función antiinflamatoria y reductora del colesterol LDL o “malo”, protege el corazón.
Además, contiene minerales como el potasio, fósforo, magnesio, calcio, hierro y zinc. Entre las vitaminas que posee se encuentran aquellas del grupo B, vitamina C y E; éstas dos últimas con fuerte acción antioxidante.
El lino posee una elevada proporción de lignanos, fitoestrógenos que contribuyen a restablecer el equilibrio hormonal femenino y reducen el riesgo de cáncer.
Contiene mucílagos, un tipo de fibra soluble de gran utilidad en casos de constipación o estreñimiento, que a su vez, ayuda a reducir el colesterol sanguíneo y controlar la glucosa en sangre.
La semilla puede consumirse tostada y procesada como si fuera una harina, o sola para mezclar en preparaciones o espolvorear las mismas.
La proporción de ácidos grasos polinsaturados es notablemente superior al resto de las fuentes de aceites vegetales, por lo tanto, se considera al lino como un potente cardioprotector.
La ventaja adicional de esta gran alimento funcional es su pequeño volumen, su agradable sabor y la posibilidad de incorporarlo a múltiples preparaciones sin implicar un elevado costo económico.
Incluir diariamente 2 cucharadas de semillas de lino incrementa el aporte de omega 3 de nuestra dieta, permite cubrir las recomendaciones de grasas esenciales y nutrir al organismo saludablemente.