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 Bajaron de peso y no dejaron de comer :

Gordos de Valparaíso adelgazan sin cirugías

Los alumnos estrella del módulo antiobesidad del cerro O’Higgins cuentan que ahora se pueden rascar la espalda, abrocharse los zapatos y comprarse ropa en cualquier tienda.

En el cerro O’Higgins de Valparaíso ya nadie envidia a los gordos famosos que salen en la televisión corcheteándose el estómago.

Ni siquiera el alcalde Hernán Pinto, el ex obeso más ilustre de la ciudad, se habría figurado que con cuatro meses de trabajo en el centro de salud familiar Reina Isabel II podría haber perdido hasta 25 kilos sin dejar de comer ni recurrir al bisturí.

De los 20 gorditos que llegaron en agosto hasta la oficina de la nutricionista María Pilar Díaz, no hay uno solo que no haya bajado de peso. Y las estrellas del módulo antiobesidad, que por segundo año consecutivo ha redimido de los pecados más grasosos a un puñado de porteños, cuentan con una bonachona sonrisa que no han pasado privación alguna.

Verónica Cordero, la que más kilos perdió (25) durante los cuatro meses de baile, caminata y comida sana, recuerda que llegó pesando 138 kilos y que ahora irá directo a los ochenta y tantos. Con un dejo de vergüenza, pero orgullosa, dice que "ahora puedo rascarme la espalda sola. Es una tontera, pero tenía que estar pidiéndole a alguien que lo hiciera o poniéndome contra la puerta, igual que los perritos. También puedo abrocharme los zapatos, me veo un poquito mejor y me compro ropa normal".

En un pequeño y sencillo auditorio anexo al consultorio, María Pilar Díaz y su colega Carolina González, junto al equipo que dirigió las actividades antigordura, recorren todas las etapas del programa frente a una mesa que en 20 platos de comida acumula una cantidad irrisoria de calorías. Es la ceremonia de clausura del módulo y don Ángel Vasconen, un ex trabajador portuario, se remonta 25 años en su historia, cuando pesaba 56 kilos: "Era fuerte y flaco, pero después llegué a 142. Subí por la mala vida que uno lleva, el trago, la pichanga y la chorrillana después del partido de fútbol. Y acá logré bajar 23 kilos en seis meses, por eso estoy orgulloso".


No al corcheteo

Alguna vez Verónica pensó en corchetearse el estómago, pero nunca tuvo el dinero como para seguir los pasos de los políticos que se han atrevido. "Le tenía una envidia sana al alcalde Pinto, pero ahora, viendo este módulo, sé que se puede bajar sin dejar de comer. Ya no paso hambre, me acostumbré y me controlo solita", reflexiona.

Don Ángel, en cambio, confiesa que nunca tuvo en sus planes alguna operación "como las de los que salen en la tele, porque viví la experiencia de mi hermano, que se operó el año pasado, igual que el señor Pinto, pero falleció". Convencido de que eso de los gordos felices no existe, el ex estibador piensa seguir perdiendo kilos hasta quedar en 80: "Quiero adelgazar, no quedar como un alfiler, pero yo antes no podía hacer nada. Ahora me puedo secar de la cintura para abajo después de la ducha, cosa que durante 10 años hizo mi señora. Me puedo poner los calcetines, me amarro los zapatos y me puedo comprar ropa en cualquier tienda. En la casa ahora me dicen ex guatón".

En el consultorio hay al menos 20 personas que circulan con bastante menos problemas de salud que antes. Las coordinadora María Pilar Díaz mira con más recelo que nunca los programas de cirugías reductivas que inducen a la mayoría de los chilenos a buscar soluciones drásticas para la obesidad.

"Acá", explica, "con caminatas de media hora tres veces a la semana y una hora de baile, también tres días en la semana, más una alimentación adecuada, tuvimos un éxito completo". El bailoteo espontáneo lo dirige la tecnóloga en deporte Rosa Álvarez y en medio de la ceremonia los ex obesos demuestran que hasta la vergüenza perdieron durante las sesiones pachangueras.

Por eso don Ángel ahora quiere llevar a su señora cuando el próximo año se repita la experiencia que al parecer no funcionó en los otros dos consultorios de la zona donde se intentó implementar. María Varela, una porteña que perdió 14 kilos, reconoce que se siente estupenda, "en la casa me dicen que estoy regia, si hasta cambié el look, no sé si usted se dio cuenta de cómo llegué cuando vio el video".

Minerva Carroza, otra vecina que bajó 12 kilos (quedó en 77) y que salió de un estado depresivo gracias al módulo, cuenta que en la casa ahora pasa virutilla bailando: "Antes todo lo hacía el viejo, porque yo ni los zapatos me podía amarrar. Ahora hasta me dijo que se va a volver a enamorar de mí. Imagínese, después de 33 años de matrimonio".

Diario Las Ultimas Noticias // Federico Grünewald Beltrán // Valparaíso

Domingo 14 de diciembre de 2003